martes, 13 de octubre de 2009

Espada de Damocles


Si hay algo en el mundo que demuestra que el movimiento existe son los cambios. Como ya dije anteriormente a menudo nos hallamos entre situaciones en las que podemos elegir un camino u otro,y eso hace que las cosas cambien parcial o totalmente. A veces no elegimos y el cambio cae sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles.
Este post se debe a reflexiones de estos últimos meses. La gente me dice que he cambiado, creo que siempre he estado en cambio continuo, pero quizá este verano ha marcado una diferencia muy grande entre el antes y el despues. Como dice una amiga mía "llamémosle momento post EA" (las siglas tienen su significado que no desvelaré).
La mía ha sido una fase evolutiva en la que me he dejado a varias personas por el camino, pero era algo mortal de necesidad. A veces ciertas personas no nos dejan seguir caminando, y si sólo fuese eso...pero es que encima se empeñan en poner zancadillas, suerte que siempre fui buena saltadora. En esos casos vuelve a aplicarse la regla del tres: no lloro por nadie más de tres días, no importa lo que suceda, al cuarto día resucito y me levanto con más fuerza que nunca. Muchos me tachan de ser demasiado dura, de que parezco impasible ante ciertas cosas que me han ocurrido estos meses...pero la realidad se impone, y la realidad es que hay que seguir caminando.
Cierto es que las cosas han cambiado mucho, pasé de un estado de preocupación a un estado de indiferencia en muy poco tiempo hacia algunas personas. Me dí cuenta de que cuanto más daba, más recibía...lo malo es cuando sólo se reciben palos.
Así que sin saber cómo ni por qué exactamente, dejé de planificarlo todo, dejé de necesitar estar triste, dejé de echar de menos, dejé de tener ganas...y pensé que estaba vacía, y sobre todo: deje de justificar lo injustificable. Me pasé años justificando,dando explicaciones y defendiendo cosas que ni siquiera podía entender...en el momento post EA volví a la vida, empecé a dejarme llevar por las situaciones y volví a sonreir. Ahora me levanto por las mañanas sin aquella amargura, aunque es inevitable que algunos recuerdos sobrevivan, pero es que ya ni siquiera siento pena alguna por la pérdida. No fui yo quien fracasó. Parece ser que la espada de Damocles al caer partió el camino en dos...y fue una despedida sin adiós, pero despedida al fin y al cabo.
Sin rencores.

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