domingo, 7 de marzo de 2010

Historia de dos III


Sólo quince manzanas de una gran ciudad separaban las vidas de Alicia y Juan.Se vieron por primera vez en un vagón de metro, o al menos eso pensaban ellos.Pero no era la primera,en otras dos ocasiones se habían cruzado por la calle antes, entre la multitud de gente,sin ser conscientes de la presencia del otro.

Dos vidas que poco tenían que ver. Juan a sus 32 años llevaba un año sin trabajar, con un título universitario acumulando polvo en una especie de apartamento-zulo situado en el extrarradio,viviendo gracias a trabajos eventuales sin futuro y a la ayuda de su familia.Alicia por el contrario no había dejado de trabajar en los últimos 8 años,contable en una empresa con su sueldo fijo a fin de mes,con una vida más o menos acomodada.

Alicia odiaba esa vida rutinaria encerrada en una relación con su novio de toda la vida,le había dejado hacía casi medio año.Sus amigos y familia consideraron aquello un acto de rebeldía,quizá lo fuese,pero ella nunca había experimentado la sensación de ser libre, la sensación de estar sola despues de años de necesitar su espacio,de necesitar no sentirse manejada por las circunstancias ni por un entorno que "daba lo suyo por hecho".

A Juan le dolía la soledad.Era el típico caso de alguien a quien se le hacía cuesta arriba estar solo.Tenía una extensa lista de relaciones fallidas,pero prefería considerarlas como aprendizajes y no como fracasos.Quizá esa era la mejor forma de que el dolor pareciese menos intenso.En el fondo sabía que se refugiaba en brazos de mujeres que le brindaban un mínimo de atención o cariño para no estar solo.No porque las quisiese realmente,sino porque creía que alguna de esas mujeres podría llenarle ese vacío que sentía cada vez que se iba a dormir y no tenía a nadie que le preguntase cómo le había ido el día o si se encontraba bien.

Como dos piezas de ajedrez una frente a otra el destino o la casualidad les colocó en el mismo lugar a la misma hora. En un principio,como dos desconocidos entre la multitud,apenas se habían mirado un par de segundos, como quien mira a la cajera del supermercado o a las personas con las que se cruza en un paso de cebra.

Pero el paso de los días hizo que la memoria reconociese la cara del otro al verse siempre en el mismo sitio.Y esa misma memoria les llevaba cada mañana a la misma situación. Sin pretenderlo cada viaje entre el silencio que les separaba,empezaron a quererse. Sin saber cómo,sin una lógica ni un razonamiento realista.Ambos pensaban que aquello era de locos, como un juego donde el silencio y las miradas eran las normas generales.Lo bueno de aquel juego era la posibilidad de fantasear el uno sobre el otro,como si un hilo invisible les uniese.

En un par de meses sólo deseaban saber cómo sonaba la voz del otro,saber su nombre, cualquier detalle mínimo, encontrar cualquier excusa para cruzar unas palabras. Y cada semana de Lunes a Viernes esperaban a que el otro diese el primer paso. Un día Alicia faltó a la "cita".

Y siguió faltando las dos semanas siguientes.Juan había perdido toda esperanza de volver a verla, como ya había pensado en otras ocasiones,lo más probable era que aquella desconocida tuviese ya a alguien en su vida.Intentó no pensar en ella,pero todo fue en vano.Intentó seguir con su vida,pero cada mañana en la cuarta parada,el corazón le latía con más fuerza y un atisbo de ilusión se percibía en sus ojos cada vez que creía ver a Alicia entre la gente subiendo al vagón.Pero ella no volvía.

Esta mañana es la primera entrevista seria de trabajo a la que va a asistir Juan desde hace meses.Con sus mejores galas vaga de estación en estación con una carpeta llena de papeles que deberían demostrar que es válido para ese puesto de trabajo.Como cada mañana ha vuelto a pensar en ella.

Le han dado el trabajo,empieza en dos días en una empresa dedicada al mundo de las finanzas.Cree que quizá le venga algo grande el puesto por la falta de experiencia en el sector,pero piensa para sus adentros que no hay nada con lo que él no pueda.Necesita ese trabajo. Ocupará un puesto en el área de contabilidad,trabajo rutinario donde los haya,pero más vale eso que nada.El sueldo no es malo aunque le costará acostumbrarse al horario.

En su primer día de trabajo un compañero le enseña su puesto.Una mesa de oficina y una silla entre cuatro paredes de pladur.Hay quien ha empezado con menos,piensa.
Se sienta en la silla y cuando se dispone a encender el ordenador,su pie tropieza con algo,se agacha a mirar y ve una caja marrón debajo de la mesa.Se pregunta qué será,y empujado por la curiosidad se decide a abrir la caja.

-¿qué hace esto aquí?.-pregunta a su compañero.
-Eso me pregunto yo,suponía que alguien habría venido a recogerla,son los objetos personales de la chica que ocupaba antes tu puesto.Todavía no ha venido nadie reclamándolos por lo que veo. Supongo que aún está todo muy reciente.

Evidentemente, la caja pertenecía a Alicia. Atónito Juan escuchaba las palabras de su compañero mientras sostenía una fotografia donde se veía a Alicia con una mujer de mediana edad,probablemente su madre.

Alicia había muerto en un accidente de coche hacía apenas dos semanas.Mientras se dirigía al trabajo un conductor borracho había hecho un adelantamiento en una curva y los dos coches quedaron destrozados. Después de cuatro días en coma,su cuerpo se negó a seguir con vida.

Juan no dijo nada, ni siquiera podía creer que la vida le hubiese puesto en el sitio que había ocupado Alicia durante años.Alicia...era la primera vez que escuchaba el nombre de aquella desconocida. Giró su silla de oficina y se quedó mirando fijamente sus propias manos situadas encima de aquella mesa que tantas veces habría tocado ella a lo largo de los años.Era lo único que le quedaba de ella,eso y los recuerdos de aquel vagón de metro. Se pasó todo el día trabajando como un autómata,intentando evitar que las lágrimas le inundasen los ojos.Sintió impotencia y rabia. Sintió no haber hablado nunca con ella,sintió no haberse bajado nunca en la misma estación que ella...y sobre todo,sintió un vacío inmenso,y despues silencio,mucho silencio...aunque aquella oficina era un hervidero de gente.De repente el mundo se había parado en seco y ya no había ni luz ni ruido. Sólo estaba él con una foto en la mano.

Nunca más volvió a pisar el metro.

Fin.

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